“Hoy definitivamente... dejo de ser del Real Madrid”.
Tengo 44 años, nací en el 71 y mi recuerdo es que desde
siempre me gustó el fútbol, aunque sin ningún ápice de duda mi deporte
estrella, es y será siempre el baloncesto. Bueno, en realidad puedo pasarme un
rato haciendo zapping y acabar poniendo una cadena de deporte sin importar realmente
demasiado de que deporte se trate; me gustan casi todos.
Recuerdo también que de chiquitita, cuando alguien me
preguntaba: ¿de qué equipo eres? Teniendo en cuenta que gran parte de la
familia es culé y que tan solo mi padre es merengue, yo decía algo que a
todos dejaba descolocados… “Yo soy, ¡del Ayala!” respondía con alegría y
convicción. Habrá seguramente quiénes no sepan de él, otros por edad aún lo
recuerden. Jugó con el Atlético de Madrid… y sí, yo por entonces era del Ayala, posiblemente
fue mi primer amor platónico sin saber lo que debía ser eso, ya que yo no mediría más de medio metro. Sin
embargo, al hacerme un poco más mayor, tal vez por solidarizarme con mi padre, o
quizá porque Ayala ya no jugaba en el Atlético de Madrid, o porque directamente le perdí la
pista… Me hice seguidora del Real Madrid. Hay quien piense de mí que no
soy más que una vil “chaquetera” pero no olvidéis que por aquella época, a lo
sumo, tendría unos diez años de edad. Incluso a veces creo que en realidad ser seguidora
del Real Madrid fue la forma de sentirme más cercana a mi padre, la manera de
mantener el vínculo con él, ya que a mis doce años decidió pillar la puerta y largarse
(pero esa es otra historia). No sé, la cuestión es que desde entonces y hasta
ahora, he sido del Real Madrid. Hablamos de más de treinta años y no creáis, no
ha sido fácil teniendo en cuenta que además de merengue, también soy catalana; y
para muchos, eso es de difícil comprensión. Para mí lo extraño era que no me
dejaran ser, pensar, u opinar lo que me diera la real gana; sin más… En Madrid siempre
fui la polaca, y en Cataluña la charnega. Una charnega que para más inri es simpatizante
de ERC, partido reconocido independentista. Y aunque haya quien no lo
crea, a su vez adoro cualquier lugar de la península ibérica y de mucho más
allá, principalmente porque tengo raíces de media España y porque por lo visto
para algunas mentes, poco o nada abiertas, el que me guste la vainilla, automáticamente
descarta que me guste, ¡la fresa o el chocolate!
Ya no os quiero ni contar lo que ha sido defender el ser
merengue ante la mayoría de novios o relaciones que he tenido, ya que cómo
comprenderéis y por zona, es más fácil o habitual, encontrar un novio culé que
de cualquier otro equipo, y ¡ojo! que ningún culé se me enfade, porque a mí me
gusta el buen fútbol, y aunque a los fanáticos les cueste comprender eso, yo soy
de las que felicito a mis amigos seguidores del equipo que sean si gana, y más,
si encima son merecedores de ello. Pero sí, lo cierto es que no han sido pocas
las veces que a lo largo de todos estos años tuve que discutirme con unos y
otros, hasta que un día descubrí que era mejor ignorar y dejar de perder tanta
energía.
Por eso he decidido que no solo voy a dejar de gastar esa
energía estúpidamente y pasar a invertirla en cosas mejores, sino que hoy, dejo
también de ser seguidora del Real Madrid, porque no me veo capaz de sentirme ni
una sola décima de segundo más, orgullosa de ello, ni de decir que
tengo el alma blanca como habré dicho en infinidad de ocasiones. Nunca más
desde hoy en adelante voy a defender, ni a proclamar eso de, ¡yo soy merengue!
Y, ¿por qué? Pues porque un club que no respeta a sus jugadores, no se
merece tener seguidoras como yo. Un club que no tiene dignidad, ni ética, ni
moral, que no tiene valores y que no sabe estar a la altura con aquellos que lo
dieron todo sudando su camiseta, y defendiendo su escudo y colores, no se merece que yo invierta un
mínimo de mi energía en ensalzarlos. Ya fueron demasiados los jugadores que
hicieron salir por la puerta pequeña sin su merecida despedida, y desde
luego, la gota que ha colmado el vaso ha sido la despedida rancia, descolorida,
descafeinada, además de desafortunada que se le ha dado a un SEÑOR dentro y
fuera del campo y que a todos nos ha regalado, ¡tanto! Cómo Iker Casillas.
Él, como bien dijo seguirá gritando allí donde
esté: ¡Hala Madrid! Porque toda una vida en un mismo equipo, en el que lo vio
crecer y madurar, ha hecho que arraigue en lo más hondo de su corazón ese
sentimiento. Yo sin embargo, nunca más voy a poder decir, ni sentir eso de:
Hala Madrid. Porque a partir de hoy voy a hacer como cuando era chiquitita y me
pregunten: ¿¡Que de qué equipo soy!? Responderé orgullosa… Yo soy de, ¡Iker
Casillas!
Te deseo lo mejor, en el Oporto, o allí donde vayas.
Elena Porras Sánchez – Escritora.